Creta 1941
Aunque los cretenses tenían una gran tradición de resistencia orgullosa contra los turcos, la ferocidad, temeridad y coraje de que hicieron gala en 1941 recordaban sobre todo al levantamiento del 2 de mayo en Madrid contra las fuerza napoleónicas, a la «guerra al cuchillo».
Algunos sacerdotes condujeron a sus feligreses al combate.
El padre Stilianos Frantzeskakis, al enterarse de la invasión aérea, se fue corriendo a la iglesia para tañer la campana.
Cogió un rifle y dirigió a los voluntarios que había congregado hacia el norte de Paleojora.
Después luchó contra los destacamentos de infantería motorizada alemanes cuando éstos llegaron a Kándanos.
Un oficial de inteligencia del cuartel de la 14ª brigada de infantería recordaba a varios curas con gran puntería (y, por consiguiente, «excelentes colegas») que debieron participar sin duda alguna en el combate.
En estos primeros embates, la gente se paseaba con un fusil pegado a la pernera, al acecho de una oportunidad de hacer prácticas de tiro contra algún paracaidista alemán.
En Rézimno, Ray Sandover, uno de los comandantes australianos de batallón, vio, el segundo día de batalla, a un monje armado con un fusil y un hacha atada a la cintura.
El tercer día, el mismo monje apareció acompañado por un chaval, que le ayudaba a portar las armas, es decir, una ametralladora ligera y otros trofeos que había ganado en la lucha contra los paracaidistas.
También durante la primera mañana, una de las compañías del 2° batallón del regimiento de asalto, que había aterrizado a varios kilómetros al suroeste de Máleme, fue sorprendida por irregulares cretenses cuando se disponía a afianzar su control sobre el puerto de Kukuli.
Pero el episodio más feroz de toda la batalla tuvo que ver con el destacamento del teniente Mürbe.
Este grupo, formado por setenta y dos hombres, había caído en los alrededores de Kasteli Kisamu y su misión consistía en tomar el puerto. Pero recibió la salvaje acometida del l.er regimiento griego y de las irregulares cretenses.
Mürbe y cincuenta y tres de sus hombres fueron abatidos v el resto, capturados. Varios cadáveres alemanes fueron troceados por los civiles, pero no hay pruebas de que numerosos paracaidistas heridos fueran torturados y mutilados mientras estaban vivos, como alegaron Goering y Goebbels.
Los alemanes, ofuscados por la predicción de los servicios de inteligencia de que los cretenses les darían la bienvenida, se llevaron una sorpresa mayúscula. Y la magnitud de sus bajas los enfureció.
Tan sólo el primer día perdieron a 1.856 paracaidistas. Esa cifra debió ascender a dos mil cuando los heridos graves hubieron muerto.
Resulta imposible calcular a cuántos habían matado los cretenses, pero la conmoción que eso supuso para los alemanes es indudable.
Esperaban que su enemigo se desmoronara ante la llegada de lo que gustaban en denominar Furor Teutonicus, inspirándose en la «furia española» de la infantería hispánica del siglo XV.
La resistencia civil, una tradición muy arraigada en la historia de Creta, ofendió tan profundamente el sentido prusiano del orden militar que se desencadenaron represalias brutales contra la población local.
Beevort;Crete, The Battle and the Resístame
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