domingo, 9 de noviembre de 2008

Vista de los Suburbios de Stalingrado en Llamas


Stalingrado 1941


Mientras los bombarderos de Richthofen machacaban Stalingrado, la punta de lanza acorazada de la 16ª división blindada había avanzado virtualmente sin oposición a través de la estepa a lo largo de casi 40 km.

«En torno a Gumrak –se registraba en la división- la resistencia del enemigo se hizo más fuerte y los cañones antiaéreos comenzaron a disparar desaforadamente contra nuestros vehículos acorazados desde el extremo noroeste de Stalingrado».

La resistencia provenía de las baterías operadas por jóvenes voluntarias, apenas
salidas de la secundaria.

Pocas habían disparado cañones antes, debido a la escasez de municiones y ninguna había sido entrenada para apuntar a blancos terrestres.

Cambiaron de objetivo, dejando a los bombarderos sobre la ciudad, cuando vieron los blindados,cuyas tripulaciones «parecían pensar que estaban en un paseo dominical».

Las jóvenes artilleras furiosamente bajaron las palancas, poniendo los cañones a la altura de cero,los cañones antiaéreos de 37 mm eran copias bastante toscas de los Bofors- y apuntaron a los vehículos de la vanguardia.

Los tripulantes de los blindados rápidamente superaron la sorpresa inicial y se
desplegaron para atacar algunas baterías.

Los Stukas pronto llegaron para dar cuenta de las demás.
Esta batalla desigual era contemplada con angustia por el capitán Sarkisian,
el comandante de un batallón de morteros pesados soviético, que más tarde relató lo que vio al escritor Vasili Grossman.

Cada vez los cañones antiaéreos quedaban en silencio,Sarkisian exclamaba: «¡Oh, están acabados ya! ¡Los han barrido!».
Pero cada vez,después de una pausa, volvían a disparar los cañones.

«Ésta –declaró Grossman- fue la primera página de la defensa de Stalingrado».

La punta de lanza alemana avanzó sobre los últimos kilómetros.

Alrededor de las cuatro de la tarde, cuando el sol de agosto se estaba suavizando, alcanzaron el Rinok, al norte de Stalingrado, y allí «los soldados de la 16ª división divisaron el Volga, fluyendo a la derecha ante sus ojos».




Apenas podían creerlo. «Habíamos comenzado temprano por la mañana en el Don recordaba uno de los comandantes de compañía de Strachwitz y luego estábamos en el Volga».

Alguien en el batallón sacó una cámara y tomaron fotografías de cada uno, de pie sobre sus vehículos, mirando con los binóculos a la lejana orilla.

Fueron incluidas en el archivo del cuartel general con la leyenda:«¡Llegamos al Volga!».

El fotógrafo, volviendo la cámara al sur, tomó otras fotos de recuerdo.
Una mostraba las columnas de humo de las incursiones de la Luftwaffe y se registró como «Vista de los suburbios de Stalingrado en llamas»

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