martes, 30 de octubre de 2007

Italia 1943

En el invierno de 1943 Italia ya no formaba parte del Eje, se había salido de la guerra, lo cual la llevó, paradójicamente, a entrar completamente en ella. El suelo italiano, y los civiles que lo habitaban, sufrieron lo indecible a manos de las tropas alemanas y también aliadas.

El Mariscal Kesselring estaba dispuesto a impedir la subida de las tropas aliadas por la bota italiana, y para ello creó la Línea Gustav que nada tenía que envidiar a la Maginot y que en la práctica resultó mucho más formidable que ésta.

Los aliados, con tropas de todas las nacionalidades: norteamericanos, indios, británicos, canadienses, indios, sudafricanos, tunecinos, marroquíes, argelinos, senegaleses, brasileños, polacos, neozelandeses, nepalíes, belgas e incluso italianos monárquicos fueron los encargados de desalojarlos de las trincheras y los fuertes de hormigón que se escalonaban en las rocas y las montañas de los Apeninos, entre Nápoles y Roma.

La heterogeneidad de las tropas aliadas fueron en si mismo un obstáculo al generar complejos problemas de dirección con comandantes provenientes de disciplinas militares muy distintas:
“Durante el trayecto, los diversos batallones y compañías formaban un convoy de aspecto extraño. De los camiones brotaban toda clase de excrecencias, tales como cajones de pollos vivos, cubos, bolsas de agua, trozos de muebles y ropas secándose al viento.De algunos de los camiones llegaban los balidos de ovejas y cabras, porque tanto musulmanes como hindúes transportaban su carne viva la sacrificaban ritualmente según la necesitasen.
El convoy entero era como un circo ambulante, si bien erizado de armas, y el espectáculo era observado con asombro por la población italiana, harta de la guerra” .

“Las patrullas sufrían frecuentes emboscadas en el terreno montañoso. Un cabo de la Durhan Light Infantry relata uno de esos episodios: ‘Nos descubrieron. Jerry disparó sus morteros contra nosotros, así que tuvimos que regresar a nuestras posiciones. Ni antes ni después he estado bajo un cañoneo como aquel.

Aquella noche Jerry [los alemanes] lanzó todo lo que tenía contra nosotros. Bastantes de los nuestros quedaron conmocionados –sencillamente perdieron los nervios- lloraban, reían, lloraban un momento, reían al siguiente… como si fueran niños’.

Nápoles

Ciudad destrozada por los alemanes y tomada por los aliados que la convirtieron en su base de operaciones y centro de esparcimiento.
Antro de corrupción y diversión, donde la vida no valía casi nada y el honor era un concepto desconocido:
“El cómico Tommy Trinder, que visitaba las áreas de retaguardia entreteniendo a las tropas británicas, siempre obtenía una carcajada cómplice cuando contaba un chiste sobre su primera llegada al puerto de Nápoles.
Según sus órdenes, contaba, debía presentarse inmediatamente ante el jefe de puerto; que tendría un coche preparado para llevarle a su primer espectáculo para las tropas.

Cuando Trinder bajaba del barco fue abordado por uno de los muchos chulos que frecuentaban el puerto. “Yo te llevo a chica bonita”, ofreció el proxeneta.

Tommy siguió caminando. Aun persiguiéndole, el proxeneta le repitió su oferta.
El cómico se paró y dijo: “No quiero una chica bonita. Quiero al jefe del puerto”.

El italiano alzo la vista al cielo, como una expresión de asombro ante los peculiares gustos del ‘inglese’.

“El jefe de puerto –repitió-. Es muy difícil; pero yo intento.


Bromas aparte la población lo pasó realmente mal, y esto sin hablar de los irregulares marroquíes que sembraron el terror en sus avances, ya que al llegar a los pueblos, mientras mantenían inmovilizados a punta de pistola a los hombres del lugar, violaban a todas las mujeres sin distinción de edad, desde niñas hasta abuelas, causándoles graves daños que en muchos casos las condujeron a la muerte.

Matthew Parker ,The Story of the Hardest-fought Battle of World War Two.

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